Oscar On miércoles, 24 de noviembre de 2010

Que es Jesucristo un rey innegable eso es verdad, el mismo lo dijo. ¿Cómo, de qué y de quien es rey? Para responder esta triple pregunta tenemos que darnos cuenta el lugar para hacer su solemne confesión de su reinado, este lugar y el momento es conocido por todos. Este es el palacio de Pilatos, que en el momento que Jesús estaba siendo juzgado por los poderes del mundo, juzgado por el hombre de quien dependía su vida. Y Jesús siendo expuesto a la ira de la multitud, abandonado ante todo con las manos atadas un pobre hombre a merced de todos los vientos, Jesús afirma su realeza. Para terminar su confesión Jesús añade algo que no podemos olvidar: “Mi reino no es de este mundo; y si lo fuera, mis hombres estarían aquí defendiéndome”.
El es un rey por derecho propio, pero él quiere reinar ante todo, en la integridad personal de cada hombre y desde luego, en la integridad personal de cada cristiano. Pero es en nuestro interior que debemos buscar y asentar el verdadero trono de Cristo, plantar esa semilla en la que seamos capaces que el mundo entero vuelva eso ojos al rey de reyes que es Jesús. Solo cuando Cristo reine de verdad en cada cristiano, comenzara ya aquí el Reino de Dios, porque entonces reinara en la familia que no será fuente de discordia permanente. Sino un punto donde se resuelvan las diferencias, si fuera a reinar ya no habría motivo por el cual los unos odian a los otros y otros si pueden, despreciar a unos, lo contrario se haría, se abrirían a un dialogo y a entenderse en común. Porque el negocio es algo que debe practicar le hombre buscando el bien común. Un buen momento el día de Cristo para meternos dentro de nosotros mismos y confesar el silencio que el ocupa en nosotros y lo importante que él es para nuestras vidas. El gran triunfo de Cristo esta en nuestra decisión de querer dejar ingresar a nuestro rey en nuestros corazones y reclame su autentico reinado, aunque no lo proclamemos oficialmente.

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