Oscar On martes, 19 de octubre de 2010

De una cosa es seguro ya es: que salvare mi vida amando, que los únicos los trozos de mi vida que habrán estado verdaderamente vivos serán aquellos que invertí en querer y ayudar a alguien. Y he tardado cincuenta y tantos años en descubrirlo. Pensé que mis frutos serian dejar libros escrito, premios conseguidos, pero ahora sé que las únicas líneas dignas de contar fueron las que sirvieron a alguien para ser feliz, para entender mejor el mundo, para enfrentar la vida con más coraje. Dejadme que les cuente en mis recuerdos de toda mi vida me veo a mi mismo correteando por la galería vieja de mi antigua casa de niño. Era una galería soleada, abierta sobre el patio de mis juegos infantiles. Y me veo arrastrando mi manta, con la que tropezaba y sobre la que me caía. “Manta mamá manta” dicen que decía, yo pensaba que arropando al enfermo se curaba una enfermedad por lo cual arrastraba la inútil e innecesaria manta hacia mi madre, la ayuda que prestamos al prójimo no vale por la utilidad que presta, sino por el corazón que ponemos al hacerlo. desde entonces hay algo que me asombra: porque queremos a los muertos más que a los vivos, he asistido a entierros y en todos ellos me pregunto por que acompañan a los muertos ese día mientras que cuando Vivian no se interesaban por compartir ningún día con ellos. ¿Serán a caso hipócritas? ¿o que solo descubrimos el amor cuando viene acompañado de dolor?. Es cierto los hombres descubren lo que valía el amor cuando les falta, lo mismo cuando se enteran que tienen páncreas cuando les duele. Por eso, en rigor, no hay más que una pregunta que deberíamos formularnos cada noche: ¿a quién hemos amado hoy? ¿A quién he ayudado?. Sabiendo que si la respuesta es negativa, ese habría sido un día perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

amigos

amigos